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Voy a hablar de fútbol

(2013)

Dedicado a mi hermano Facu.

     Vivimos en un mundo de resultados. Se ha perdido le esencia del fútbol. Esa desfachatez de potrero. Es triste darse cuenta de esto. Es triste porque no sé qué está pensando la gente. Muchas veces me cuesta comprender tanto fanatismo desmesurado por la victoria.
Muchachos, no nos olvidemos de que el fútbol es un juego. Solamente eso. Un juego. Ésa es su esencia; ninguna otra. Es natural y es bella como la primavera.
Amigos, la hemos perdido. Hemos perdido la esencia del fútbol por dejarnos amedrentar por las bestias enfurecidas de la tragedia más grande: la inoperancia. Bastardos aquellos que venden dinero.
Observen un partido de fútbol, por favor. Obsérvenlo con detenimiento. ¿Adónde está el juego?
Sin embargo, de la nada nace un líder rebelde que piensa que al fútbol se lo juega de otra manera. El fútbol club Barcelona. Si existiese una flor que tuviese sus colores, se llamaría Barcelona. Y sería el emblema. Edelweiss.
Qué lindo es poder elegir. Es algo a lo que todos debemos estar agradecidos.

Yo iría a Nigeria con la camiseta de Argentina. Argentina y Nigeria. Nos hemos encontrado tantas veces estos últimos años, que siento un respeto profundo. Por su gente, por su fútbol.
No cualquier país se enfrenta a Argentina con la osadía con la que lo hace Nigeria. Nigeria no teme a nadie. Por eso me gusta. Porque se posicionan en el campo como leones enfurecidos. Nadie tiene tanta fuerza para mantener su territorio que Nigeria. Su fútbol es mágico. Es tribal. Y eso me atrae. Yo quiero ir a Nigeria para entender por qué nos estamos enfrentando tanto últimamente. Las guerras suceden cuando dos opuestos se atraen pero no saben demostrar su amor más que por el odio y el desprecio. ¿Qué hay de maligno? ¿Acaso hay algo? Uno tiene que respetarse a sí mismo. Eso sólo alcanza para que un país demuestre su orgullo propio.

Yo respeto a Nigeria. Hay otros respetos. Argentina respeta a Brasil como ningún otro país. Son viejos amigos, separados por las basuras que genera el dinero. Y Brasil respeta a Argentina porque Maradona les dio a entender que la alegría no es sólo brasilera. Que el corazón argentino siempre late con fuerza.
Brasil tiene la música. Eso no se lo roba nadie. Uno reconoce al brasilero por su manera de andar. Ese andar de murga festiva. Toda brasilera tiene música en sus pies. Ésa fue siempre su manera de conquistar al macho. Y el macho no lo dudó: soltó la magia de sus pies y comenzó a corresponderle el baile. Y así nació el fútbol.

Recuperemos el fútbol. El juego. Su magia. Vaya usted a jugar a un parque, y ponga dos remeras de arco. Busque ese fútbol. Cada vez que observe un partido de fútbol, busque las remeras. Impóngalo. No tema. Yo creo que es importante siempre regresar al barro. A los días de lluvia fina jugando al fútbol en el club del barrio.
El problema de Argentina ha sido siempre el de mirar para afuera. Todos tenemos manías. Estados Unidos padece la manía farmacéutica de la guerra. Argentina tiene que mirar para adentro. Redescubrir sus valores. Volver al barro. El fútbol sintió ese golpe de valores: perdimos la identidad.
El mercado es gigante, estamos de acuerdo. Pero pensemos lo siguiente. Permítanme argumentarme.
Argentina tiene el carácter suficiente como para imponerse. Pero no se impone a sí mismo. Argentina es desfachatada, por eso gusta tanto.
Podríamos hablar de las cosas que Argentina podría hacer o no hacer. Primero miremos para adentro. Observémonos. Analicémonos. Aprendamos a sanar nuestras propias heridas. Aprendamos a dejar el ego de lado. Aprendamos a querernos sin compadecernos de nosotros mismos.
River Plate se ha convertido en pocos años en el símbolo de la autodestrucción. Eso es lo que sucede cuando hay un líder sin tacto. Abra usted el periódico. Hable con los hinchas de River Plate. Están sufriendo. Están sufriendo mucho. Y eso sucedió porque un hombre inepto, un hijo de puta, destruyó a River Plate. Qué ilusos que fuimos: nos conformábamos ganando campeonatos injustos. Así de bajo caímos.
Pero River Plate no solamente sufre a través de sus hinchas. Sufre su identidad de juego. La perdió. Es muy triste. Y es de aquí mismo desde donde sufre la selección argentina. El juego de la selección era el reflejo del juego de River.
Es revelador ver dónde River perdió su identidad: en las inferiores. Qué pasó ahí. Dónde están esos jugadores formados en una de las instituciones futbolísticas más importantes del mundo: el Club Atlético River Plate. No están. El último jugador importante fue Lamela. Pero tuvo la mala suerte de desarrollarse en la peor crisis de identidad futbolística de todos los tiempos.
Mirando hacia atrás, creo que el cambio comenzó cuando Víctor Zapata dejó River. Jugó en Vélez. Y ahora recaló en Unión de Santa Fe. El club cuenta ahora con un excelente refuerzo.
A Víctor Zapata no se lo quiso. Son esas cosas del fútbol. Hay jugadores para todos los gustos. Lo más extraño de este caso, es que Víctor Zapata  no hizo nada. Simplemente fue un perjudicado de las fiebres que quebrarían en River Plate su identidad.
Cómo se recupera un Club de este tipo de cosas. Son marcas muy fuertes. Todavía no sabemos si los ángeles que manejan las cuerdas de River tendrán la fuerza suficiente para transformar para siempre su identidad. Todo o nada.
Estos son años aciagos. River ya los sufrió: dieciocho años sin títulos. Todos los clubes se resfrían de vez en cuando.

Espero, con honestidad, que el Club Atlético River Plate se encamine hacia la transformación. No hay nada mejor para curar las heridas.

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