Skip to main content

Posts

Showing posts from 2011

Utopía y Purgatorio

(2011) Utopía es una obra de danza, música y poesía que nació de la admiración de su creadora, María Pagés, por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer . Para ella, su obra Utopía no se refiere al “no lugar” que la palabra indica. Es algo más fuerte aún: “una declaración de principios con forma de baile flamenco”. Utopía como “buen lugar”, dice. Y si para ella, que lo creó, significa eso, entonces para nosotros, que lo vivimos, que lo experimentamos, que lo sentimos significa otra cosa: la declaración de que su obra trasciende lo utópico, como “no lugar” y como “buen lugar”, como “lugar”, llanamente, o como “bello lugar”. En la hora y veinte minutos que dura, uno no puede parpadear, no quiere parpadear, teme parpadear. Porque parpadear sería perderse un momento único, trascendente, entre tantos de los momentos más bonitos que he visto sobre un escenario, con el corazón latiendo al ritmo de zapateo y voz, de danza y poesía. Son artistas como ella los que me hacen creer más que nunca en E

Las hojas que caen del árbol

(2011) Escribir es un arte extraño, misterioso. Uno piensa que escribir es un acto noble del espíritu humano. Que para escribir necesitamos ascender a un nivel más elevado que el de la tierra que pisamos, que las musas son como fantasmas tangibles que merodean en la neblina. Quizás tengan razón. Por mi parte, cuando escribo lo hago, muchas veces, pensando en alcanzar cierta región, un lugar inhóspito y virgen, un desierto que nadie jamás haya atravesado. La escritura es también una forma de vanidad. Nadie puede negarlo. Por vanidad me refiero a algunas de las acepciones que define el diccionario. Es decir falto de sustancia, hueco, vacío, inútil. Así es la escritura. Omito, sin embargo, la cuarta acepción: sin efecto. Aquí disiento. Definitivamente, la escritura causa un efecto. Un efecto por partida doble: tanto el escritor como el receptor de lo escrito experimentan el efecto –sea cual fuere- de lo escrito. La escritura es vanidad y sin embargo cuando escribo lo hago con la intención

Una vez al año hay una que otra

(2011) Hacía mucho que no rechinaban mis dientes por la noche. Mi compañera me ha dicho que he empezado a hacerlo nuevamente. ¿Es que no se puede hacer otra cosa para detenerlas? Es terrible vivir con miedo. Saber que incluso en el sueño no estamos a salvo. Sé bien lo que digo, y sé que quien lea esto podrá entenderme, y que aquel que haya experimentado lo mismo aún más cerca de mí se sentirá. Queremos mudarnos, irnos de aquí. Estos últimos días han sido un infierno. El miedo es una enfermedad. Nosotros sentimos sus síntomas y queremos prevenir antes que curarnos. Tememos levantarnos por la noche porque están metiéndose entre las sábanas, porque nos comen la carne. Llevamos varios días durmiendo mal. Nos levantamos en el medio de la noche y las escuchamos cuchichear en la cocina. Ratas inmundas. Cuando nos vamos a acostar, y apagamos la luz después de una lectura furtiva, empiezan a correr por sus rutas oscuras fabricadas en el techo. Nos mantenemos en vilo, los músculos tensados. Nos

Crónicas marcianas

(2011) Ray Bradbury escribió Crónicas Marcianas en los años cuarenta. Si nos situamos en aquella época, los que no hemos vivido en aquél tiempo, comprenderemos sólo una parte del valor de su obra. Una época en la cual el viaje al espacio y la posibilidad de otra vida fuera de la Tierra conquistaba a los norteamericanos, alcanzando dimensiones elevadas. Para los que leyeron Crónicas Marcianas apenas publicado, habrán seguramente experimentado el terror, la sorpresa y la inimaginable vida marciana imaginada por Bradbury. No soy lector de ciencia ficción, pero este libro me da pie a pensar que tal vez en este tipo de libros exista algo más que una invención de posibles futuros. Un lector avispado logrará entender que el espacio elegido (y el género) no son más que superficiales, las paredes exteriores que salvaguardan el interior de la casa, su verdadero mensaje: que ya en aquella época se vislumbraba la tragedia que supone el capitalismo, la involución de las sociedades en términos human

Biografía del hambre

(2011) Para escribir es necesario tener las ideas claras. Los libros son de gran ayuda para lograrlo. Amélie Nothomb sabe de lo que hablo. He leído su novela Biografía del hambre. Es excepcional. Por lo que cuenta, por cómo lo cuenta. Pocos son los libros que, a través de su sintaxis, nos producen un cambio en la estructura de nuestros pensamientos. Biografía del hambre lo consigue. . La novela es autobiográfica. Hija de un diplomático belga, la escritora ha vivido la mayor parte de su infancia y adolescencia en Oriente Medio. No es accesorio señalar que ser hijo de un diplomático no solo permite descubrir el movimiento del mundo a una edad temprana, sino que ese descubrimiento es también temprano en relación con el mundo personal. No exenta de la nostalgia que produce el desarraigo, Nothomb ha descubierto ambos mundos en sus muchas facetas a lo largo de años errabundos por países de diversa índole que han marcado definitivamente su personalidad —y su escritura. El rasgo distintivo de

El sabor agridulce de su existencia

(2010) Para ser honesto, fue un descubrimiento amargo, pero a pesar de su amargura, no dejó de asombrarme, casi de alegrarme, como cuando un niño descubre su primer bigote y tiene la certeza absoluta de que tiene que afeitárselo, aunque lo que él llama bigote no sea más que una pelusita indiscernible. Había terminado de ducharme, una de esas duchas que reconfortan al cuerpo. Me miraba en el espejo mientras me secaba. Al principio no la reconocí, casi la negué, creyendo que sería algún reflejo de las luces del baño. Me acerqué con recelo un poco más y ahí mismo descubrí su existencia. Su descubrimiento fue el punto de partida para pensar muchas cosas que de otra manera no me hubiese detenido a contemplar, tal vez a razón de llevar una vida en la cual los pensamientos que verdaderamente valen la pena son los que menos pensamos. En principio, y aunque me parezca extraño, pensé en el significado de los símbolos. El símbolo, por definición, es la representación sensorialmente perceptible de