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Showing posts from October, 2011

Las hojas que caen del árbol

(2011) Escribir es un arte extraño, misterioso. Uno piensa que escribir es un acto noble del espíritu humano. Que para escribir necesitamos ascender a un nivel más elevado que el de la tierra que pisamos, que las musas son como fantasmas tangibles que merodean en la neblina. Quizás tengan razón. Por mi parte, cuando escribo lo hago, muchas veces, pensando en alcanzar cierta región, un lugar inhóspito y virgen, un desierto que nadie jamás haya atravesado. La escritura es también una forma de vanidad. Nadie puede negarlo. Por vanidad me refiero a algunas de las acepciones que define el diccionario. Es decir falto de sustancia, hueco, vacío, inútil. Así es la escritura. Omito, sin embargo, la cuarta acepción: sin efecto. Aquí disiento. Definitivamente, la escritura causa un efecto. Un efecto por partida doble: tanto el escritor como el receptor de lo escrito experimentan el efecto –sea cual fuere- de lo escrito. La escritura es vanidad y sin embargo cuando escribo lo hago con la intención