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Showing posts from January, 2010

Homenaje a Amelia Earhart

(2009) Cuna de alas que se estropean sin descanso Con la marcha inalterable del tiempo, De ojos como entes omnipresentes. Donde se esparcen pequeños árboles estáticos Contra horizontes insólitos de sombras inconmensurables. En el aire hay también un puerto Y hay aves y nubes y distancia. Humo de hélices en el viento, Memoria de estelas imperceptibles: Las huellas innúmeras del género humano. Aroma de sales etéreas Caída, vértigo, augurio, abatimiento. Despertar hacia propias esencias ocultas Y aprehender ese destello fulgurante Que ofrecen las pasiones primarias. Puerto de almas que sueñan en secreto: Una mujer es una casa Con hogar a leña y plantas y jueves Y el anhelo íntimo de alcanzar en soledad Las arenas insoslayables de la existencia.

Sobre el destino

Extracto de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato (…) Porque el destino no se manifiesta en abstracto sino que a veces es un cuchillo de un esclavo y otras veces la sonrisa de una mujer soltera. El destino elige sus instrumentos, en seguida se encarna y luego viene la joda. (…) El destino no puede andar eligiendo en forma tan ajustada a la gente que le va a servir de instrumento. Del mismo modo que si vos estás apurado para llegar a un lugar, cosa de vida o muerte, no te vas a andar fijando mucho si el auto está tapizado de verde o el caballo tiene una cola que te disgusta. Se agarra lo que se tiene más a mano. Por eso el destino es un poco confuso y un poco equívoco: él sabe bien lo que quiere, en realidad, pero la gente que lo ejecuta, no tanto.

Desierto de sueños cortados

(2010) (Este desierto en el pecho nadie lo va a llenar, de JCB) Nacieron del silencio y de la indiferencia hebras de sueños cortados. Nacieron en el desierto, y desde sus fauces una voz vociferó, a más no poder, el desconsuelo de su miseria. Nacieron del gesto de un par de manos negras que recogieron, y aún recogen, las sobras de ilusiones rechazadas por dioses indolentes. En el fondo, somos un árbol que se erige en la soledad del desierto, ese vasto desierto indescifrable que nos define, zona susceptible a acoger selectivamente la esencia del prójimo, de almas anónimas que nos alcanzan sin darnos cuenta, hasta el momento en que descubrimos, no sin conmovernos, su presencia, en que comprendemos que sus palabras alimentan, con trozos de sueños, el vientre de nuestro árbol desértico. Y ahí están, almas anónimas bebiendo tranquilamente un refresco a la sombra de nuestra soledad, soñando ya no sabemos qué pero qué importa si ellos están ahí y sueñan y beben su refresco a la sombra de nues

La vie est une marelle

(2009) El día había pasado sin sobresaltos. Ya era de noche y yo viajaba en una de las líneas del Metro de París. Acomodado en uno de los asientos, las piernas cruzadas, los ojos cerrados, imaginaba que viajaba en un coche atravesando hileras de árboles. El tren se detuvo en la estación Lamarc-Coulaincourt, una oleada de gente ocupó los asientos. Alguien se sentó a mi lado. Abrí los ojos. No sé qué es lo que sentí al verlo en ese momento, pero supuse que era un espejismo y cerré los ojos. No habían pasado ni cinco segundos cuando la voz de esa presencia que se había sentado a mi lado me susurraba al oído “la vie c’est une marelle, une marelle” y luego se apagaba, dejando lugar al sonido de los vagones del Metro y el murmullo de los pasajeros. Creí reconocer la voz, que se correspondía con su apariencia, pero las leyes de la física me impedían creerla. Me sentí repentinamente abrumado. Decidí mantener los ojos cerrados. Mi decisión implicaba imaginar todo lo que sentía, imaginarlo a