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Showing posts from 2010

Por el placer de volver a verla

(2010) ¿Has visto alguna vez una obra de teatro que te haya emocionado? Realmente, ¿la has visto? Pues si tu respuesta es quizás o alguna vez o incluso nunca , tengo una obra de teatro para recomendarte, una obra que considero imperdible tanto por su dinamismo escénico como por su elenco mínimo, formado por dos actores de primer nivel: Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza. Pareja en la vida real, estos dos grandes actores, de facultades simbólicamente ambivalentes, nos regalan una hora y media del mejor teatro a través de pensamientos y emociones tan profundas como simples, de escenas inolvidables y risas incontenibles. La historia, escrita por Michel Tremblay, gira en torno a un ya maduro dramaturgo que evoca a su madre, de quien guarda un hondo recuerdo. El actor nos muestra a su madre tal cual él mismo la vivió, como su verdadera fuente inspiradora en la vida, dueña de un fuerte carácter maternal y un sentido de la vida sensible y perceptivo. Una mujer que le ha dado no sólo materia

Nadie te lo dice

(2010) Nadie te dice que vas a tener que enterrarlos. Lo intuyes a medida que vas creciendo, pero cuando realmente comienzas a vislumbrarlo como una verdadera posibilidad, el corazón se detiene en seco y arranca nuevamente, golpeando con más fuerza. Es trágico darse cuenta de que pasas más tiempo pensando y haciendo cosas que no tienen sentido que aquellas que llenan realmente tu vida. Darse cuenta de que el tiempo es mucho más severo de lo que los relojes nos hacen creer. Porque el tiempo pasa y un día te das cuenta de que su caminar es más pausado, de que sus manos —viejos barcos de madera— son más frágiles, de que su piel se degenera en transparencias y arrugas evidentes y de que lo poco de cabello que les queda es blanco y fino como un racimo de nubes. No tienes claro cuándo comienzas a advertir estas cosas. Tan solo observarlos envejecer, descubrir el lento cambio de sus hábitos diarios cuando notas que se quedan más tiempo en casa, que se ríen con más soltura, que se cuidan en to

Invocación

(2002) (Escrito un día sin nubes) Acércate, lluvia, acércate a este mundo. Llueve lo que quieras tu vida de techos y paraguas. Llueve tu vida pesada al borde de la oscuridad. Llueve, y despierta los sentidos más ocultos y pacíficos de los hombres, despierta sus gestos más humanos, sus secretas heridas abiertas; despierta sus palabras de consuelo, sus silencios abrasadores, sus sensaciones nostálgicas de brazos abiertos. Ven, acércate, y llueve sin miedo. Tu agua es licor que se desliza entre enredaderas y mejillas de mujer. Tu agua es oro transparente. Es sopor en las noches solitarias cuando el sueño no llega. Algún día que lluevas fino, podría acercarme a ti. Levantar la mirada hacia el nimbo del que provienes y dejar que tus gotas golpeen mis ojos salados y parpadear. Jugar así, o bailar y empaparme las ropas secas de tanta soledad. Acércate, lluvia, la ciudad te necesita. Necesita beber de tu fuente esencial, de tus manantiales sagrados, atragantada por tanta comida enlatada, ardie

El partido de fútbol

(2005) Es una noche sin luna. En un estadio colmado de almas enardecidas se juega un partido de fútbol: el equipo negro versus el equipo blanco. Llueve. Las hinchadas se reparten cánticos que despiertan las pasiones más ocultas. Laten. El equipo negro gana uno a cero. Ultima jugada. El jugador número cinco del equipo blanco inmoviliza la pelota en el medio de la cancha, estudiando los espacios, proyectándolos, y abriendo la cancha hacia la derecha, al jugador número cuatro quien, al recibirla, avanza unos pasos y se la pasa en diagonal al jugador número ocho. Combinando un exquisito triángulo imperfecto, el jugador número ocho se la devuelve al jugador número cinco que se aproxima, decidido, por el medio de la cancha. Como toros, dos jugadores del equipo negro salen a marcarlo, barriendo, uno de ellos, el césped que brilla por la lluvia. Desde todos los rincones del estadio, el aliento de las hinchadas baja al campo de juego como un ejército de fantasmas. El jugador número cinco del eq

Luna de Madrid

(2010) A Lorena Caminábamos bajo la luz de una luna que se perdía detrás de edificios limpios y amontonados. A veces, sin darnos cuenta, nos tocábamos los hombros. Sin tocarnos las manos, sacábamos inocentemente una pelusita de su blusa o un pelo de mi gabán. Algo dentro, en el núcleo de nuestra esencia, nos dirigía, pero la lógica de los que recién se conocen nos mantenía en un estado de alerta, de observación próxima. Nos examinábamos. El tacto estaba siempre presente, como un reptil pegado a una piedra. A medida que caminábamos, la luna aparecía y desaparecía entre los edificios. La buscábamos. Y, porque la buscábamos, terminábamos deteniéndonos en detalles nimios: el interior de un departamento iluminado por velas en el que sólo de distinguían siluetas deformes, un tendedero lleno de ropa adyacente a una ventana cubierta de macetas, un gato saltando desde un tejado, un bebé en brazos de una mujer enorme, una coci

Scintillating Venuses

(2009) (Poema inspirado en la pintura de Kriss Lewis) Desde las fauces trepa un quejido insensato Que, ausente de salud, asciende hasta los ojos Las flores disimulan cardos acallados Y pétalos ásperos que se guarecen en la boca Bebes de una botella llena de piedras Que descienden por la garganta: Escupitajos y vómitos de nostalgia Colinas descoloridas, arroyos secos Espejo del cielo en la tierra ¡Sin tacto no hay materia! Sed etílica y ensueño: los senos descubiertos, A la vera de una mañana con lluvia, los guantes, Rescoldos de té tibio, un periódico mojado, La influencia de manos ajenas en el cuerpo, el azúcar Mas no habrá cristales quebrantados Que no evidencien el desenlace de un amor Cuando la locura abarca a un espíritu Que ha enviciado su fe

La noche secreta

(2009) Nos derrumbamos al sueño. Abrimos otras puertas. Damos pasos precisos, impensados. Contemplamos árboles azules que acarician campos de guerra. Son noches de pájaros que tiemblan. Anidamos en fronteras que nacen a destiempo (como todo en la vida). Navegamos mares sin sombra hacia bosques inciertos. La penumbra es sorda. Sorda, la locura. La máquina divierte con cuentos de hadas. Una máquina que alza muros, que cierra puertas. La dignidad se acerca cada vez más a la ciudadela de las utopías. Es la victoria de la máquina y su amante perfecta la tragedia. Nosotros buscamos y rebuscamos —en los desiertos de la memoria colectiva— el modo de derrotar a la máquina, de burlarla. Buscamos esa llave. La llave. La buscamos a través de túneles y senderos, en esa profundidad donde no existen los precipicios. Navegamos mares sin sombra hacia bosques inciertos. Todo lo que crea el hombre perece. Todo se resume en una certeza: somos mortales. Esa certeza que nos roba el sueño, que nos mantie

Homenaje a Amelia Earhart

(2009) Cuna de alas que se estropean sin descanso Con la marcha inalterable del tiempo, De ojos como entes omnipresentes. Donde se esparcen pequeños árboles estáticos Contra horizontes insólitos de sombras inconmensurables. En el aire hay también un puerto Y hay aves y nubes y distancia. Humo de hélices en el viento, Memoria de estelas imperceptibles: Las huellas innúmeras del género humano. Aroma de sales etéreas Caída, vértigo, augurio, abatimiento. Despertar hacia propias esencias ocultas Y aprehender ese destello fulgurante Que ofrecen las pasiones primarias. Puerto de almas que sueñan en secreto: Una mujer es una casa Con hogar a leña y plantas y jueves Y el anhelo íntimo de alcanzar en soledad Las arenas insoslayables de la existencia.

Sobre el destino

Extracto de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato (…) Porque el destino no se manifiesta en abstracto sino que a veces es un cuchillo de un esclavo y otras veces la sonrisa de una mujer soltera. El destino elige sus instrumentos, en seguida se encarna y luego viene la joda. (…) El destino no puede andar eligiendo en forma tan ajustada a la gente que le va a servir de instrumento. Del mismo modo que si vos estás apurado para llegar a un lugar, cosa de vida o muerte, no te vas a andar fijando mucho si el auto está tapizado de verde o el caballo tiene una cola que te disgusta. Se agarra lo que se tiene más a mano. Por eso el destino es un poco confuso y un poco equívoco: él sabe bien lo que quiere, en realidad, pero la gente que lo ejecuta, no tanto.

Desierto de sueños cortados

(2010) (Este desierto en el pecho nadie lo va a llenar, de JCB) Nacieron del silencio y de la indiferencia hebras de sueños cortados. Nacieron en el desierto, y desde sus fauces una voz vociferó, a más no poder, el desconsuelo de su miseria. Nacieron del gesto de un par de manos negras que recogieron, y aún recogen, las sobras de ilusiones rechazadas por dioses indolentes. En el fondo, somos un árbol que se erige en la soledad del desierto, ese vasto desierto indescifrable que nos define, zona susceptible a acoger selectivamente la esencia del prójimo, de almas anónimas que nos alcanzan sin darnos cuenta, hasta el momento en que descubrimos, no sin conmovernos, su presencia, en que comprendemos que sus palabras alimentan, con trozos de sueños, el vientre de nuestro árbol desértico. Y ahí están, almas anónimas bebiendo tranquilamente un refresco a la sombra de nuestra soledad, soñando ya no sabemos qué pero qué importa si ellos están ahí y sueñan y beben su refresco a la sombra de nues

La vie est une marelle

(2009) El día había pasado sin sobresaltos. Ya era de noche y yo viajaba en una de las líneas del Metro de París. Acomodado en uno de los asientos, las piernas cruzadas, los ojos cerrados, imaginaba que viajaba en un coche atravesando hileras de árboles. El tren se detuvo en la estación Lamarc-Coulaincourt, una oleada de gente ocupó los asientos. Alguien se sentó a mi lado. Abrí los ojos. No sé qué es lo que sentí al verlo en ese momento, pero supuse que era un espejismo y cerré los ojos. No habían pasado ni cinco segundos cuando la voz de esa presencia que se había sentado a mi lado me susurraba al oído “la vie c’est une marelle, une marelle” y luego se apagaba, dejando lugar al sonido de los vagones del Metro y el murmullo de los pasajeros. Creí reconocer la voz, que se correspondía con su apariencia, pero las leyes de la física me impedían creerla. Me sentí repentinamente abrumado. Decidí mantener los ojos cerrados. Mi decisión implicaba imaginar todo lo que sentía, imaginarlo a