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El ascensor

(2014)

El edificio donde vivo tiene un pequeño ascensor. Mi departamento se encuentra en el último piso: el quinto. El ascensor tarda, sin interrupciones, 20 segundos más o menos desde la planta baja hasta el quinto piso.

Muchas veces, apenas entro en el ascensor, y después de pulsar el botón del quinto, abro un libro que venía leyendo de regreso del trabajo. Muchas de esas veces, absorbido por la lectura, me veo empujado a salir del ascensor cuando en realidad me gustaría que el cubículo continúe subiendo indefinidamente.

Por alguna razón, encuentro que el ambiente del ascensor es propicio para la lectura. No sé a ciencia cierta si podría explicarlo. Sé, sin embargo, que cada vez que leo algo en ese cubículo cerrado que me eleva en el espacio, me encuentro a gusto.

Pero eso sólo me pasa con la lectura. Si en vez de un libro lo que llevo es una bolsa con verduras, entonces el ascensor se me antoja como un elemento más que me permite llegar a mi piso sin esfuerzo físico.

Confieso que alguna vez intenté subir y bajar en el ascensor mientras leía, pero no conseguí que el ambiente del ascensor se mantenga como en esos 20 segundos iniciales. Por lo tanto he comprendido que, de cualquier manera, no podré cambiar ese pequeño goce de pocos segundos en el que disfruto la lectura como lo haría en un sillón junto a una ventana donde golpea la lluvia.

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