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El pianista

(2011)

Me lo puedo imaginar. Al principio un poco tenso. No es fácil convivir con la idea de que afuera hay un público, de que el teatro está lleno. A medida que pasan los segundos, mientras se acerca al piano, se siente más relajado, más concentrado. Cuando le llegan los aplausos en oleadas casi ineludibles (al menos para él), su paso indica el andar seguro de los que saben lo que hacen.

El pianista acerca la silla al piano, se sienta. Levanta, con sensualidad trascendente, la tapa del piano, y descansa sus manos en las rodillas. Parpadea con lentitud. Parece pensar, pero en realidad está observando el piano. No obstante, ya sabemos que un pianista no es trivial y que lo que en rigor observa es la imagen de sí mismo sentado frente a ese piano. Se observa a sí mismo porque está buscando en su interior lo que todo pianista busca: el movimiento. Ese momento indicado en el que comprenderá que lo único que falta en su vida está en las teclas de ese piano. Por su cabeza pasan blancas y corcheas, nombres de obras clásicas, la imagen de Mozart que lo cautivó cuando pequeño, con su mirada desafiante y su porte fino.

Entonces, como aquél que ha encontrado lo que buscaba, saliendo desde su interior con la firme convicción de un pájaro rapaz, el pianista comienza el movimiento.

Comments

  1. Es verdad;respirar a través de la música es, como tomar aire de nuestra más profunda esencia y,exhalando vibración, cerrar los ojos y atravesar el límite que nos separa del público.

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  2. Gracias por el comentario.

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