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Oración

(2014) - 13 de Diciembre

Danos tu pan con manteca de domingo a la tarde. Danos la sonrisa de una mujer bajo la luz de un velador. Danos la fibra que te acaricia la espalda cuando hace frío. Danos el fuego sin madera. Danos las brasas consumidas en la lentitud del verano. Danos las aguas del sueño cuando sea necesario. Danos el difícil abrazo de la despedida, el abrazo soñado de la añoranza. Danos la luz sin filtro. Danos el suelo mojado por la lluvia en las callejuelas deshabitadas que se duermen en el alcohol de la ciudad. Danos el libro que nos diga algo mirándonos directamente a los ojos. Danos un libro que no obedezca a los mandamientos del consumismo. Danos un libro que se ofrezca a así mismo liberado de pasiones oportunistas. Danos sal para la carne y un vaso para el vino; danos un plato de madera y cubiertos rústicos. Danos el desayuno, el almuerzo y la cena. Danos el techo que cobije nuestras penas y amores desterrados. Danos el tarro de miel de eucaliptos y una cuchara. Danos la libertad de comer el azúcar morena con las manos. Danos un lápiz y un cuaderno para poder apuntar nuestras locuras. Danos un cine al aire libre y una tortilla de patatas. Danos la calidez de un ombligo y un beso en los brazos. Danos el signo que la sangre va dibujando en el aire cada vez que alguien muere injustamente. Danos un billete para el metro y una escalera mecánica. Danos el brillo oscuro que la ciudad ostenta por la tarde. Danos el sol que abriga nuestros cuerpos temerosos cuando la pena nos gana la batalla. Danos ángulo suficiente para poder maniobrar nuestras andanzas mundanas. Danos la música de un piropo a un ser querido. Danos el collar que endulce el cuello abierto de la mujer que más nos gusta. Danos pendientes nuevos para poder cortejarla. Danos música negra para despertar el animal de fuego que nos quema las entrañas. Danos el sabor de unos labios de leche fresca. Danos la importancia de creer en la educación de toda la raza. Danos  la magia de los amigos.

La voluntad la ponemos nosotros.

Enséñanos a ser más inteligentes a la hora de decir las cosas por su nombre. Enséñanos a creer en el otro sin juzgar su sexo ni su raza. Enséñanos a aprender los valores del respeto. Enséñanos a cerrar la boca y no decir pavadas. Enséñanos a creer que el silencio es otra puerta de enseñanza. Enséñanos a entender que nos equivocamos, porque lo que más deseamos en el mundo es tal vez malinterpretado. Enséñanos a creer en nosotros mismos, como individuos y como grupo. Enséñanos que la vida está en cosas pequeñas, una guitarra desnuda en el sillón, pedazos de pan mojado en la sopa. Enséñanos que el mal no es tan malo si se lo mira desde otro punto de vista. Enséñanos a cambiar cuando tengamos ganas. Enséñanos que la sal y el vino van de la mano entre los árboles, que el viento, viejo y helado, acaricia los cabellos blancos de las montañas. Enséñanos que hay también redención contemplando el mar. Enséñanos que tenemos que tirar a la basura las gomas de borrar que no borran. Enséñanos que las manos son templos en los cuerpos de nuestra amada. Enséñanos  a detenernos en los instantes de su cuerpo. Enséñanos a cuidar de nuestros padres como si fueran nuestros héroes, enséñanos a darles nuestro cariño más profundo. Enséñanos a hablar con nuestros hermanos a pesar de la distancia. Enséñanos a dar vuelta la casa cuando nos sintamos activos: que nuestra casa sea nuestro hogar propio, nuestro espacio de libertad. Enséñanos a perder la mala costumbre de ser fríos en la calle. Enséñanos a reírnos de nuestro hermano del viento el espejo, que erosiona nuestros rostros como rocas frías. Enséñanos a ser más nosotros mismos.


La voluntad la ponemos nosotros.

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