(2009)
Parece mentira. Me he propuesto comenzar un blog y actualizarlo a diario. Pero a la primera que me despisto, ese otro me libra de escribir, ese otro que siempre me dice que no tiene ganas de escribir, que hoy no.
Entonces intento regresar a una identidad más real, intento centrarme, respiro hondo buscando ser uno solo. Pero no puedo. Estoy ido, perdido entre el humo del tabaco y las nieblas del alcohol, y ese otro me ha poseído y me arrastra sin tregua por caminos fangosos. Con los ojos cerrados, le grito: le pido, le imploro que termine con ese martirio, le repito que existen paisajes más bellos, que una tregua nos favorecerá a ambos. Pero a él le vale mierdas lo que digo. Me escupe la cara, golpea mis costillas con sus zapatos enormes, me arroja como un bulto contra los arbustos, me tapa la boca con barro y me susurra al oído “¿vas a callarte ahora, pedazo de hijo de puta?” Y yo me callo, sin ganas, pero me callo. Cierro mi boca, cierro los ojos, sumiso. Aunque quisiera agredirlo, vencer la debilidad que me infunden los dolores corporales y bastarderarlo hasta que, rebajado a mis pies, me pida perdón, me diga basta, y en su mente quede mi marca y que su flaqueza mental signifique mi victoria, mi victoria de poder.
Parece mentira. Parece mentira que, sentado en este escritorio, bajo esta luz tenue, en la comodidad de mi hogar, ese otro me haga sentir eso.
Parece mentira. Me he propuesto comenzar un blog y actualizarlo a diario. Pero a la primera que me despisto, ese otro me libra de escribir, ese otro que siempre me dice que no tiene ganas de escribir, que hoy no.
Entonces intento regresar a una identidad más real, intento centrarme, respiro hondo buscando ser uno solo. Pero no puedo. Estoy ido, perdido entre el humo del tabaco y las nieblas del alcohol, y ese otro me ha poseído y me arrastra sin tregua por caminos fangosos. Con los ojos cerrados, le grito: le pido, le imploro que termine con ese martirio, le repito que existen paisajes más bellos, que una tregua nos favorecerá a ambos. Pero a él le vale mierdas lo que digo. Me escupe la cara, golpea mis costillas con sus zapatos enormes, me arroja como un bulto contra los arbustos, me tapa la boca con barro y me susurra al oído “¿vas a callarte ahora, pedazo de hijo de puta?” Y yo me callo, sin ganas, pero me callo. Cierro mi boca, cierro los ojos, sumiso. Aunque quisiera agredirlo, vencer la debilidad que me infunden los dolores corporales y bastarderarlo hasta que, rebajado a mis pies, me pida perdón, me diga basta, y en su mente quede mi marca y que su flaqueza mental signifique mi victoria, mi victoria de poder.
Parece mentira. Parece mentira que, sentado en este escritorio, bajo esta luz tenue, en la comodidad de mi hogar, ese otro me haga sentir eso.
Soy el primer seguidor de tu blog, veo que has escrito mucho, te felicito. Este texto inagural, me gusta porque tiene un tono poetico, que a mi me gustaría poder lograr.
ReplyDeleteNo te dejas vencer por ese otro, no pierdas el tiempo, escribir te va a curar la cabeza de tan estupidez que nos rodea.
Saludos, desde cidad jardín, ciudad de ensueños, ciudad del loco Albarito Clasus Clay