(2014)
En la
vida uno tiene que saber desconectar a tiempo. Dejar un lado el modo productivo
para adentrarse en el modo de búsqueda. Contemplar un atardecer desde tu
ventana. Un sol que se derrumba sobre los techos, tiñendo de tonos de color
ocre las chimeneas y los tejados.
Dejar
de lado las noticias vacías en el periódico electrónico y rescatar de entre los
recuerdos los bosques de tu propia morada. Y dejar que el viento ponga sus
manos frías en tu cuerpo, como una mujer que quisiera poseerte.
Desconectar a tiempo para no
perderse la belleza que acontece cuando el color de la tarde entra en tu casa,
te arrulla con su brisa, te acongoja con su somnolencia.
Que las fronteras desaparezcan en
el globo terráqueo de tu cabeza. Que florezcan amapolas en el jardín de tus
apariencias. Y que las barcas de lágrimas que navegan los ríos de tus entrañas
encuentren su océano en tu mirada. Que la vida no sea despiadada porque sí.
Preparas primero tu mano para que
tenga más poder. Con fuerza, quitas el cable que tenías enchufado en tu cabeza.
Ese cable que la gente llama rutina. Lo dejas a un lado y empiezas a temblar un
poco. Eso siempre sucede cuando uno se desconecta. No temas, el temblor dura
poco y lo que viene es una sensación reveladora: la vida está siempre aquí y ahora.
Hola soy yo, Rutina.
ReplyDeleteVen,
siéntate a mi lado.
No, tan lejos no,
acércate un poquito más.
-¡Pero cuidado con el cable
que aún se mantiene enchufado!-
Escucha,
te lo voy a susurrar al oído:
Sbssbssbssbs..........
Tan sólo una pequeña presión
Un día, y otro y otro día más....
-¿Ahora sí te has convencido?-
Y después,
un leve temblor vendrá.