(2012)
A Matías y Daniela
Una pareja viajó a la Patagonia. Durante sus vacaciones, acariciaron otra vida. El tiempo libre, los cielos abiertos, la inmensidad de montañas inconquistables. Cada sitio, cada aroma, el contacto con la tierra abrió viejas ventanas interiores, conquistó nostalgias, sosegó heridas.
En todo ese tiempo, la pareja recordó que no hay crimen más grande que el olvido. Por eso, y porque la amistad desconoce de fronteras, decidieron enviar postales. Se detuvieron en los pequeños comercios de los pueblos del interior del país y buscaron una postal, y luego otra. Así, a lo largo de los caminos que recorrieron, fueron enviando postales a sus amigos. Una postal para cada persona entrañable. Entre ellos, estrella afortunada, estaba yo.
Sin embargo, mi postal no me llegó con un sello del correo argentino. No la encontré en mi buzón de la calle Atocha. No me la entregó un cartero apurado. Mi postal viajó en el bolso de una mujer, envuelta en un sobre marrón. La hermana de uno de ellos, de viaje por Europa junto con dos amigas, ofició de mensajera. De su pequeña mochila extrajo, con la humildad de quien sabe lo que acaece, un sobre y una cajita blanca, ambas con mi nombre y apellido inscrito en letra imprenta.
Abrí los regalos en casa, después de oficiar de guía turístico para la mensajera y sus amigas. En el sobre marrón, dos extraordinarios dibujos surrealistas de mi amigo. En la cajita blanca, un espléndido vitraux hecho por su muchacha. Y claro, también estaba la postal. De una cara, mostraba el Lago Verde del Parque Nacional de los Alerces en la Patagonia. Del revés, un mensaje corto pero eficaz, de esos que se quedan con uno para siempre.
“Un bello paisaje, de esos que llenan los pulmones y el alma. Viajó conmigo miles de kilómetros desde la Patagonia. Ahora viaja unos cuántos más hacia vos.”
Un mensaje corto pero eficaz, uno de esos mensajes que trazan el recorrido en el terreno sin horizontes, en el mapa sin límites de la amistad.
A Matías y Daniela
Una pareja viajó a la Patagonia. Durante sus vacaciones, acariciaron otra vida. El tiempo libre, los cielos abiertos, la inmensidad de montañas inconquistables. Cada sitio, cada aroma, el contacto con la tierra abrió viejas ventanas interiores, conquistó nostalgias, sosegó heridas.
En todo ese tiempo, la pareja recordó que no hay crimen más grande que el olvido. Por eso, y porque la amistad desconoce de fronteras, decidieron enviar postales. Se detuvieron en los pequeños comercios de los pueblos del interior del país y buscaron una postal, y luego otra. Así, a lo largo de los caminos que recorrieron, fueron enviando postales a sus amigos. Una postal para cada persona entrañable. Entre ellos, estrella afortunada, estaba yo.
Sin embargo, mi postal no me llegó con un sello del correo argentino. No la encontré en mi buzón de la calle Atocha. No me la entregó un cartero apurado. Mi postal viajó en el bolso de una mujer, envuelta en un sobre marrón. La hermana de uno de ellos, de viaje por Europa junto con dos amigas, ofició de mensajera. De su pequeña mochila extrajo, con la humildad de quien sabe lo que acaece, un sobre y una cajita blanca, ambas con mi nombre y apellido inscrito en letra imprenta.
Abrí los regalos en casa, después de oficiar de guía turístico para la mensajera y sus amigas. En el sobre marrón, dos extraordinarios dibujos surrealistas de mi amigo. En la cajita blanca, un espléndido vitraux hecho por su muchacha. Y claro, también estaba la postal. De una cara, mostraba el Lago Verde del Parque Nacional de los Alerces en la Patagonia. Del revés, un mensaje corto pero eficaz, de esos que se quedan con uno para siempre.
“Un bello paisaje, de esos que llenan los pulmones y el alma. Viajó conmigo miles de kilómetros desde la Patagonia. Ahora viaja unos cuántos más hacia vos.”
Un mensaje corto pero eficaz, uno de esos mensajes que trazan el recorrido en el terreno sin horizontes, en el mapa sin límites de la amistad.
Bello escrito! Me complace contarte que sólo hubo una postal. Espero que más que decepcionarte te dibuje una sonrisa. La buscamos por todos lados, sentíamos que ninguna plasmaba todo el infinito que nos rodeaba. Pero creo que inconscientemente necesitábamos recorrer todo nuestro mapa para saber que nada se iba a comparar con todo ese infinito que queríamos regalar.
ReplyDelete(Más luego te envío las "Instrucciones para colocar un objeto de vitraux")
Gracias Nacho, por tus palabras que siempre sacuden.
Les mando besos grandes a vos y Lorena.
NACHO, BELLÍSIMO LO QUE ESCRIBISTE Y DESCRIBISTE EN TU RELATO DE LA PATAGONIA.
ReplyDeleteME EMOCIONÓ PROFUNDAMENTE!!!!
CIMBALINA TAMBIÉN LLEGÓ PROFUNDO CON LA RESPUESTA.
SOY FAN DE ESTE BLOG!!!
BESO
LALA