(2011)
Hacía mucho que no rechinaban mis dientes por la noche. Mi compañera me ha dicho que he empezado a hacerlo nuevamente. ¿Es que no se puede hacer otra cosa para detenerlas?
Es terrible vivir con miedo. Saber que incluso en el sueño no estamos a salvo. Sé bien lo que digo, y sé que quien lea esto podrá entenderme, y que aquel que haya experimentado lo mismo aún más cerca de mí se sentirá.
Queremos mudarnos, irnos de aquí. Estos últimos días han sido un infierno. El miedo es una enfermedad. Nosotros sentimos sus síntomas y queremos prevenir antes que curarnos. Tememos levantarnos por la noche porque están metiéndose entre las sábanas, porque nos comen la carne.
Llevamos varios días durmiendo mal. Nos levantamos en el medio de la noche y las escuchamos cuchichear en la cocina. Ratas inmundas. Cuando nos vamos a acostar, y apagamos la luz después de una lectura furtiva, empiezan a correr por sus rutas oscuras fabricadas en el techo. Nos mantenemos en vilo, los músculos tensados. Nos cuesta entrar al sueño. Ponemos música para no escucharlas. Los vecinos nos recomendaron ponernos tapones en los oídos. Intentaron calmarnos.
—No se preocupen. Una vez al año hay alguna que otra.
Dicen eso: nos engañan como a niños temerosos. Vivimos en una buhardilla, lo que supone un mayor riesgo de encontrar a las visitantes indeseadas. Van a la cocina, naturalmente. Hacen huecos en el ladrillo y se meten en tu casa como ladrones de poca monta.
No nos agrada en lo más mínimo su presencia. Estamos pensando en comprar un gato, pero a mi compañera no le gustan mucho, aunque después de ver tres ratas muertas (las envenenamos) la idea se le antoja fabulosa.
Hacía mucho que no rechinaban mis dientes por la noche. Mi compañera me ha dicho que he empezado a hacerlo nuevamente. ¿Es que no se puede hacer otra cosa para detenerlas?
Es terrible vivir con miedo. Saber que incluso en el sueño no estamos a salvo. Sé bien lo que digo, y sé que quien lea esto podrá entenderme, y que aquel que haya experimentado lo mismo aún más cerca de mí se sentirá.
Queremos mudarnos, irnos de aquí. Estos últimos días han sido un infierno. El miedo es una enfermedad. Nosotros sentimos sus síntomas y queremos prevenir antes que curarnos. Tememos levantarnos por la noche porque están metiéndose entre las sábanas, porque nos comen la carne.
Llevamos varios días durmiendo mal. Nos levantamos en el medio de la noche y las escuchamos cuchichear en la cocina. Ratas inmundas. Cuando nos vamos a acostar, y apagamos la luz después de una lectura furtiva, empiezan a correr por sus rutas oscuras fabricadas en el techo. Nos mantenemos en vilo, los músculos tensados. Nos cuesta entrar al sueño. Ponemos música para no escucharlas. Los vecinos nos recomendaron ponernos tapones en los oídos. Intentaron calmarnos.
—No se preocupen. Una vez al año hay alguna que otra.
Dicen eso: nos engañan como a niños temerosos. Vivimos en una buhardilla, lo que supone un mayor riesgo de encontrar a las visitantes indeseadas. Van a la cocina, naturalmente. Hacen huecos en el ladrillo y se meten en tu casa como ladrones de poca monta.
No nos agrada en lo más mínimo su presencia. Estamos pensando en comprar un gato, pero a mi compañera no le gustan mucho, aunque después de ver tres ratas muertas (las envenenamos) la idea se le antoja fabulosa.
Qué sorpresa tu interpretación, ese avance que percibís en mi escritura. Digo, yo veo todo al revés, que cada día escribo menos, y que cada escritura es más lejana. ¿Será eso?
ReplyDeleteComo sea, Nacho, yo quiero leer más cosas tuyas. Debe haber mucho para contar bajo esos cielos lejanos de lunas amarillas.
Te mando un beso grande!