(2010)
¿Has visto alguna vez una obra de teatro que te haya emocionado? Realmente, ¿la has visto? Pues si tu respuesta es quizás o alguna vez o incluso nunca, tengo una obra de teatro para recomendarte, una obra que considero imperdible tanto por su dinamismo escénico como por su elenco mínimo, formado por dos actores de primer nivel: Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza.
Pareja en la vida real, estos dos grandes actores, de facultades simbólicamente ambivalentes, nos regalan una hora y media del mejor teatro a través de pensamientos y emociones tan profundas como simples, de escenas inolvidables y risas incontenibles.
La historia, escrita por Michel Tremblay, gira en torno a un ya maduro dramaturgo que evoca a su madre, de quien guarda un hondo recuerdo. El actor nos muestra a su madre tal cual él mismo la vivió, como su verdadera fuente inspiradora en la vida, dueña de un fuerte carácter maternal y un sentido de la vida sensible y perceptivo. Una mujer que le ha dado no sólo material para su carrera teatral. También ha sido trascendental como paradigma, por su conducta, por su vigor.
Conmovedores en el sentido literal de la palabra, Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza nos dan una señal magistral de los valores que manejamos a diario y que parecen disiparse en la rutina, de la importancia del diálogo con los integrantes de la familia, de lo mucho que cuesta crecer y de lo fundamental que es relacionarse con los otros para desarrollarse personalmente. Moviéndose por el escenario con la naturalidad propia de la experiencia, nos conceden el obsequio de la reflexión, de saber que nunca es tarde para hacer lo que alguna vez deseamos y decir lo que muchas veces tuvimos que callar. Y lo mejor de todo, que la obra sigue todavía en cartel y que seguramente será un placer volver a verla.
¿Has visto alguna vez una obra de teatro que te haya emocionado? Realmente, ¿la has visto? Pues si tu respuesta es quizás o alguna vez o incluso nunca, tengo una obra de teatro para recomendarte, una obra que considero imperdible tanto por su dinamismo escénico como por su elenco mínimo, formado por dos actores de primer nivel: Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza.
Pareja en la vida real, estos dos grandes actores, de facultades simbólicamente ambivalentes, nos regalan una hora y media del mejor teatro a través de pensamientos y emociones tan profundas como simples, de escenas inolvidables y risas incontenibles.
La historia, escrita por Michel Tremblay, gira en torno a un ya maduro dramaturgo que evoca a su madre, de quien guarda un hondo recuerdo. El actor nos muestra a su madre tal cual él mismo la vivió, como su verdadera fuente inspiradora en la vida, dueña de un fuerte carácter maternal y un sentido de la vida sensible y perceptivo. Una mujer que le ha dado no sólo material para su carrera teatral. También ha sido trascendental como paradigma, por su conducta, por su vigor.
Conmovedores en el sentido literal de la palabra, Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza nos dan una señal magistral de los valores que manejamos a diario y que parecen disiparse en la rutina, de la importancia del diálogo con los integrantes de la familia, de lo mucho que cuesta crecer y de lo fundamental que es relacionarse con los otros para desarrollarse personalmente. Moviéndose por el escenario con la naturalidad propia de la experiencia, nos conceden el obsequio de la reflexión, de saber que nunca es tarde para hacer lo que alguna vez deseamos y decir lo que muchas veces tuvimos que callar. Y lo mejor de todo, que la obra sigue todavía en cartel y que seguramente será un placer volver a verla.
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