Si tan solo pudiera convencerte de que todo lo que nos une ha caducado. Si vieras que en mi cuerpo las heridas están abiertas más tiempo del debido. Si encontrara la forma de mostrarte que lo que viste a nuestros cuerpos es perecedero. Si en la sombra pudiera recrearte y en la luz fueras mía, siempre mía. Si la lluvia que nos moja nos secara las lágrimas que el corazón pontifica. Si el esclavo que toca el hierro de su celda descubriera que del otro lado del muro la fantasía deviene tragedia. Si el ruido que retumba en tus huesos proviniera de afuera y no de adentro. Si todo lo que tocas se destruye, ¿cómo pretendes vivir en paz? Si el frío te despierta en el banco de una plaza y lo primero que sientes es alegría. Si el amor que ha partido te enseñara que terminar es empezar de nuevo. Si la flor que se marchita en tu mano fuese roja toda la vida. Si el dolor de una despedida endulzara tus encías. Si lo que buscas no lo buscaras con tristeza, sino con un ápice de ganas. Si en el fondo de
(2017) Desperté antes del alba. Mis pasos interrumpían el soliloquio del silencio. El cerro O’Cebreiro parecía vivir a través de mi andar. Si me detenía a observar el paisaje, el cerro latía bajo mis pies. El camino proseguía: los árboles, los arbustos, la tierra del camino mismo. Todo subiendo a mi cuerpo: a mis pies, a mis caderas, a mis manos. La tierra seca que sube hacia el aire y me cubre el cuerpo cuando camino. El contacto de la tierra con mis labios, el sabor de la tierra en mi lengua. Y el camino.