(2014) Nunca comprendí esa pasión desmedida que conduce a la gente a comprar palomitas de maíz en el cine; como si la ausencia de las mismas influyera negativamente en la acción de ver la película que se eligió. Siempre rechacé ese olor fuerte que impregna las salas, la odiosa sinfonía de grupos de personas que pareciera que se ponen de acuerdo para hacer ruido mientras uno se sienta en su butaca con la intención de ver una película en un ambiente silencioso. Sé que exagero cuando digo que si Aladino me ofreciera un deseo, un sólo deseo, le pediría, sin pensarlo dos veces, que elimine de la faz de la tierra esa maldita costumbre de comer palomitas de maíz en los cines.
Fragmentos de una vida pasajera y sus múltiples identidades